Evolución y Desarrollo del Centro Naval

A pocos días del inicio de una nueva Asamblea Ordinaria Anual, he querido traer a esta reunión una reseña vinculada a la evolución y desarrollo de nuestro Centro Naval a partir de los propósitos que guiaron a los fundadores, quienes tuvieron en mira un objeto exclusivamente profesional, análogo al que hoy vemos en otras organizaciones como ocurre con los Colegios Públicos Profesionales.
Así entonces uno de los primeros desvelos que tuvieron que resolver aquellos jóvenes oficiales fue la designación de una sede, como primer requisito legal y disponer de un domicilio de referencia para tramitar el futuro reconocimiento jurídico de la nueva asociación, de la que apenas se había alcanzado a definir su nombre en aquella noche del 4 de mayo de 1882 en la que uno de los firmantes del acta de fundación integrante del cuerpo docente de la Escuela Naval, Profesor Don Luis Pastor, había propuesto inicialmente “Ateneo Alte. Brown” pero que la oportuna intervención de Don Santiago Albarracín terminaría imponiendo la de “Centro Naval”.


Fue la familia de este joven oficial la que generosamente puso a disposición la casa familiar para las primeras actividades, resolviendo de modo expeditivo pero transitorio este primer paso formal y explica las constantes mudanzas que tuvieron que encararse a lo largo de los primeros 30 años de existencia, tiempo que no puede dejar de vincularse con el transcurso que demandó que aquellos verdaderos pioneros fundadores, alcanzaran rangos y cargos en la Alta conducción en una Armada que estaba atravesando un proceso de profesionalización a partir de la creación de la Escuela Naval.


Esta relación también explica el estrecho vínculo que existe entre ambas instituciones, ya que mientras nuestro club buscaba un asiento definitivo para su administración central, se producía un cambio paulatino en las filas de la Armada, reemplazando las antiguas autoridades navales y veteranas tripulaciones de los buques forjadas sobre la base de la experiencia y prestigio alcanzado en los enfrentamientos contra el Imperio del Brasil o la Guerra de la Triple Alianza, por una nueva generación de oficiales formados profesionalmente en la academia fundada por Sarmiento en 1872.


Ahora se entiende en toda su magnitud el lazo originario que une ambas instituciones, no solo por los aportes de estudios sobre las nuevas tecnologías que estaban revolucionando las técnicas y tácticas navales, sino también en aquellas, algo más triviales, relacionadas con la imagen y evolución institucional al poner a disposición los salones para recepciones protocolares con cada visita de autoridades y dotaciones de otras armadas amigas, ya que la Marina tuvo que esperar hasta 1970 para disponer de un edificio de uso exclusivo ya que el edificio de Cangallo era compartido con la PNA.


Ya cité en varias reseñas históricas tanto las dificultades como las facilidades que contó nuestro Centro Naval para alcanzar el esplendor del que este edificio, en el que nos encontramos resulta ser un singular exponente y del despliegue geográfico que nos caracteriza, que en gran medida se debió a la oportuna intervención de varios Ministros de Marina quienes reunían la calidad de socios y simultáneamente miembros del gabinete nacional rol que luego fue de algún modo heredado por los Comandantes en Jefe que los sucedieron, continuando en la medida de sus posibilidades con idéntica tradición.


Por ello una rápida mirada de aquellas primeras décadas en la vida del Centro Naval nos muestra las prioridades que fijaron las primeras Comisiones Directivas, creando un Boletín donde los socios pudieran volcar sus opiniones profesionales, casi como una revista científica tal como hoy lo hacen médicos, ingenieros o abogados en sus respectivas publicaciones especializadas, o la Biblioteca creada formalmente en 1891 en coincidencia con la fecha del reconocimiento de la Personería Jurídica.


También durante ese mismo año se produjo la creación del Asilo Naval bajo los auspicios del Centro Naval adoptando la figura de una fundación puesta bajo el patrocinio de las esposas de los socios quienes impulsaron su creación a partir de un almuerzo organizado en el comedor de la antigua sede de la calle Corrientes y cuyo propósito era educar y asilar a los hijos menores de edad de familias del personal subalterno que por diferentes circunstancia habían quedado en situación de vulnerabilidad social. Hoy 133 años después sigue vigente esta tradición realizándose esta misma reunión de esposas con idénticos fines en nuestro salón comedor.


Centrados en el propósito de crear en la sociedad una conciencia marítima se presentó otra iniciativa esta vez relacionada con la memoria de nuestros héroes navales que en 1895, se impulsó la construcción de un panteón que incluyera a compañeros de armas que hasta entonces estaban diseminados en diversos cementerios sin el debido cuidado y recuerdo que se merecían. Oportunamente dedicaré una reseña especialmente dedicada a este tema.


Lo siguiente fue la creación formal de un Museo Naval ya que durante años el Centro Naval había recibido en donación diversos objetos por parte de instituciones y de familiares de oficiales socios como así también de descendientes de marinos que habían participado en defensa del país en diferentes conflictos que, si bien eran exhibidos en la sede central, el volumen que habían adquirido merecía disponer de un espacio suficiente que permitiera ser admirado por el público en general.


Les quiero recordar que aquel fue el fundamento que permitió crear una partida presupuestaria específica en la ley de presupuesto nacional destinada a este fin y que permitió concretar la construcción de esta sede central.


Hasta aquí creo haber reflejado de modo suficiente, lo diferente que eran por entonces las preocupaciones que movilizaban a los socios y que, tal como hoy ocurre con otras iniciativas, originaban no pocas discusiones en las Asambleas Ordinarias.


Conferencias sobre temas inherentes al mar, conciertos y diversos actos culturales gozaban de un protagonismo que paulatinamente fue dejando ese privilegio en manos de otras actividades que nuestro club fue incorporando dentro de su objeto social, como la práctica de diversas disciplinas deportivas y recreativas que se convirtieron en un nuevo atractivo para la multiplicación de socios en diversas categorías.


Con las inauguraciones de las Delegaciones Puerto Belgrano en 1916 y Tigre en 1920 quedó instalado que el club debía contar con sedes que respondieran a las nuevas demandas de los socios que reclamaban otras actividades y presencia regional.
Así el desarrollo y evolución de nuestra entidad comenzó a experimentar una compleja mutación que llevaron a las sucesivas comisiones directivas a diseñar una estructura administrativa en crecimiento a la par del aumento patrimonial que había partido humildemente del domicilio de Santiago Albarracín y que hoy dispone de una Sede Central, que es emblema y orgullo de los socios y que despierta la  admiración de quienes ocasionalmente nos visitan, 4 Delegaciones (Puerto Belgrano, Bahía Blanca, Mar del Plata y La Plata), 3 Sedes (Tigre, Olivos y Núñez), 2 anexos (Hotel y Panteón Naval) y una editorial (IPN) que también serán objeto de próximas reseñas como esta.
Hoy nuestro club tiene vínculos internacionales con más 20 entidades tanto en América como en Europa, es miembro de numerosas entidades tales como la AAT, la UAR, la FEMFASE (Federación de Mutualidades de FFAA y FFSS), la Liga de Clubes Centenarios, la FAY (Federación Argentina de Yachting) que dan cuenta de la diversidad de actividades que seguramente nunca imaginaron aquellos primeros miembros del club.


Estimados integrantes de la HCD, no hay otro club en la Argentina que reúna las características de nuestro Centro Naval, en el que por sobre todas las cosas se destaca el singular comportamiento de sus socios que se refleja en actitudes asumidas hace más de 20 años cuando los vitalicios propusieron continuar abonando voluntariamente su cuota social o de quienes recientemente mantuvieron su vínculo cuando una pandemia sin precedentes obligó a la suspensión de las prestaciones, y puso en serios aprietos financieros al club que se vio súbitamente privado de las recaudaciones provenientes de concesionarios impedidos de trabajar.


Tal vez sea su lema, Unión y Trabajo acuñado en un contexto histórico donde las divisiones internas y los apasionamientos políticos separaban a ciudadanos y marinos por igual, lo que ha mantenido vigencia a lo largo de los años congregando en un espacio único las diferentes miradas y opiniones profesionales, promoviendo el engrandecimiento de la Armada Argentina y del Centro Naval.

 

Para finalizar, entendiendo que los propósitos de estas reseñas no estarían completos sino sirvieran como incentivo a imaginar el futuro de nuestro club, concebido fundamentalmente por jóvenes oficiales que imbuidos de un espíritu idealista orientaron los objetivos en valores intangibles y que la actualidad ha obligado a enfocarlos en otros más prosaicos producto de una realidad que seguirá presionando sobre los modos de gestión del club y nos presenta un constante desafío sobre las expectativas de futuro.

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